La señora del 2c.

Ojalá me equivoque pensó ella mientras se estaba durmiendo.

Cada noche antes de acostarse, cuando se acercan las 23:20 hs, comienza a preparar el ritual sin fin para ir a la cama. Mientras ponía el agua a calentar, miraba la pared manchada por la humedad, la cabeza sin forma le recordaba que tenía que llamar a Oscar para que la vaya a ver. A ella, no a la pared. En medio de un sin fin de pensamientos que no se sabe cómo empezaron, pero de una forma u otra llego a la conclusión que tenía ganas de comer algo dulce en la cama. Abrió la puerta de la alacena, y al lado del paquete de galletitas de chocolates encontró un frasco de caramelos. Esto hizo que comience la seguidilla de dudas, ahora no sabía que elegir. Sabía que lo más saludable era tomar una o dos galletitas e irse a la cama, pero cuando la noche se acerca sabemos que las decisiones pueden estar un poco nubladas y apaciguadas por el sueño. ¡Se me nubla el juicio cuando tengo que decidir entre caramelos y galletitas, quiero todo!, exclamó. Pero esta vez estuvo con cordura, eligió dos galletitas, 6 caramelos, dos de menta, dos ácidos, uno de chocolate y el otro de dulce de leche. Cuando se quiso dar cuenta ya estaba pensando de nuevo en Oscar, en por que ella tenía que llamarlo y que a él no se le caiga una pobre idea.

Por suerte Alfonso, el gato de la vecina, la visita todas las noches, solo para dormir porque cuando quiere darse cuenta este ya se fue, así como si nada, dejando la manta calentita y unos cuantos pelos. Hace más presencia que Oscar, lo bueno que este no me pide comida, pensó para sus adentros. Llego a comparar el gato con su hermano. Pero hasta ahora siendo las 23:23 Alfonso todavía no había aparecido, raro porque siempre cae a esa hora, pero como es un gato medio vago, quien se preocupa encima parece que anda alzado. Tomó su taza preferida, de color rosa y naranja que le regalo su amiga, y mientras se comía el cuarto caramelo elegia que te tomar. Quería algo de frutas como para que no sea todo tan dulce después del postre, pero pensó que lo mejor después de tantas golosinas era tomarse un té de hierbas. Mientras el agua seguía calentándose, lavó los platos de la cena, aun tenían restos de comida, pero quiso dejarlos por si aparecía de repente, el engreído de su hermano. Ni bien vino ese pensamiento tocan el timbre. Con toda su euforia corrió al portero y pregunto ¿quién es? No respondía nadie, como si se tratara de un chiste, pero luego se acordó que el portero estaba roto. Se fué a la habitación a ponerse un poco más de ropa, porque le encanta andar en bolas por su casa. En el mientras tanto, tocan de nuevo el timbre, pero esta vez como colgándose del botón, como cuando vas al baño con todas las ganas de hacer pis y sentís que no terminas más, bueno así fue. Ahí se dio cuenta que no era Oscar. Oscar, me hubiera mandado un mensaje, aunque este es medio boludo capaz que perdió el celular, pensó. En fin, entro en una disyuntiva que no sabia que hacer, bajaba a atender o no. Para todo esto el agua ya estaba hirviendo, lista para su te. En una de esas pensó en hacerse la boluda, tomarse su te con una galletita y dos caramelos que le quedaron y acostarse como era su rutina de siempre. Pero sabia que, si tomaba esa decisión, no podría dormir pensando en quien le habría tocado el timbre y más a esa hora de la noche.

Agarro la pava con un repasador esta vez, por que siempre se quema con el vapor, puso el agua en la taza con su saquito de te de hierbas, esperó unos segundos como deseando que vuelvan a llamar de nuevo. Y no lo pensó más, agarro las llaves con la piedrita de cuarzo que le regalaron en un curso de aromaterapia y salió a bajar las escaleras. 7 pisos la separaban de la planta baja, y es que Ernesta la señora de mantenimiento del edificio puso un cartel en el ascensor diciéndoles a todos los vecinos que este estaba roto.

“Justo en un feriado se va a romper. Claro para la familia del 1c no le molestaba, si ellos nunca salen, pero para la abuelita de al lado como iba a hacer, encima anda con un bastón. Pero bueno supongo que alguien se encargara. Ahora yo pienso, todo muy lindo, los mails que me manda la administración de felices fiestas, feliz año, mira todos los arreglos que hicimos en el edificio, cambiamos el foquito, pintamos el piso de la terraza, y bla bla bla, pero cuando te quieren cobrar son los primeros en estar, ahora se rompe el ascensor del edificio donde viven todos los jubilados de 80 años y ni una mosca. Desaparecen como Alfonso que no sé por dónde andará, quizás cuando llegue está esperándome en la cama. Diciéndolo así parece que tengo una relación romántica con el gato”, pensaba internamente mientras bajaba las escaleras.

Llego a planta baja, caminó hacia la puerta, noto lo sucia que estaba y continuo con el espiral de quejas. “ahora pienso, de vuelta esta gente, que hace con las 20 lucas que todos pagamos de expensas, no le alcanza para un limpiavidrios y un trapito, me indigna, me indigna”.

Chusmeó por las rejas, sin salir a ver si había alguien y de pronto apareció él, dándole un buen susto. No Óscar no, Alfonso. El gato, si el gato de la vecina del 6ª. “Pero entonces, ¿Quién toco el timbre? Seguro otro pelotudo. Me voy a dormir antes que alguien me rompa mas los ovarios. Como me molesta bajar las escaleras al pedo, y los vidrios sucios. Si uno paga las expensas en orden a tiempo todo como ellos dicen, por que no cumplen con lo pautado, me molesta la gente que no cumple”.

Mientras subia los siete pisos con el gato a upa, escucha unos ruidos medios raros del 2c como gritos, y ruidos a cosas que se caen o tiran. “Seguro será la abuela que apenas puede ver y se choca todo pobre, ahora que quilombo a esta hora de la noche, pobre los chicos del 1c, que paciencia”. Alfonso empieza a molestarse de estar tanto a upa, se mueve de acá para allá, hasta que se le escapa de sus brazos, “ya fue, otro boludo que se va pensó, como mi padre”.

Llega a su casa, abre la puerta y de repente con la cara como si hubiera visto un fantasma se acordó que se había comido todo antes de acostarse, la cierra y se da cuenta que la ventana de la cocina estaba abierta y ella recordaba haberla cerrado. A veces, muy pocas cosas recuerda con exactitud, más si empiezan a presionarla un poquito, entra en una serie de crisis que no tiene vuelta atrás, pero siempre encuentra como sobreponerse comiendo algún chocolate. Esa noche ya no le quedaba ni uno, pensó en ir al kiosquito 24 hs de la esquina, pero con eso del timbre quedo un poco asustada. No lo iba a asumir obvio. Cuando va a la habitación, quien estaba en la cama, Alfonso. “Gato maldito ya sabes abrir la ventana solo, bueno por lo menos no tengo que darte comida, le dijo”. Se acurrucaron un poquito, ella agarro el libro que se compro hace poco para empezar a leerlo. Estaba en la duda de si comprarse la novela El fantasma de Canterville de Oscar Wilde, o el sabueso de los Baskerville de Arthur Conan Doyle. Al fin de decidió por el autor de Sherlock, mientras leía super entretenida, señal de que le interesaba, se acordó que se había olvidado el te hecho en la cocina. Le pidió a Alfonso que se lo lleve, pero ni le dio bola. Lo único que sabe hacer bien, es abrirle la ventana, llenarle la cama de pelos, ah y dormir, pero cuando ronronea suele ser un poco tierno. Se levanto con toda su paciencia y fue a buscar la taza. Ya que estaba levantada, hizo una pasada por el baño y volvió a acostarse. Tomo el libro de nuevo, hasta quedar en un estado de semidormida, ya no estaba lo suficientemente atenta para entender lo que leía. Ojalá me equivoque pensó, pero pareciera que la leyenda de la familia Baskerville es real, los perros monstruosos se comen a sus dueños le contaba al gato, como indicándole que él no seria capaz de hacer eso por que es un simple gato. A la mañana siguiente cuando se despertó con el sol en la cara, por que la noche anterior con la anécdota del hermano y el gato se olvido de bajar la persiana. Si hay algo que no le resulta trabajoso es bajarte la persiana al toque. No hay vuelta atrás cuando le decís algo y le molesta tanto que prefiere no hablar ni mirarte a la cara, hace como si nada hubiera pasado así arregla ella los conflictos con la gente, bajando la persiana.  Se despierta con la sensación de angustia en el estómago, como algo la tiene preocupada, se acuerda que soñó otra vez con no tener la plata cuando le llegaba la factura de luz. Por suerte recordó que ya la había pagado, pero que todavía no recibió la del gas. “Como puede ser que me cobren por usar el gas, apenas prendo el horno, ni para cocinar lo uso, si me la paso pidiendo delivery, si ya se es toda comida chatarra, no es saludable, sabes cuantas veces lo escuche. Como dice el gran refrán mi cuerpo mi decisión.  De todas formas, delivery es que te envíen la comida a tu casa, no necesariamente tiene que ser chatarra, tenes de todas las opciones, pero si no me gusta cocinar ni, aunque me tientes con un chocolate, pensándolo bien depende que chocolate. Aunque esta tan caro todo, que hasta ni chocolates se pueden comer, creo que sería una decisión adulta como no me llego la boleta, que no pida comida por unas semanas. Ay, pero el chico de la moto, lo único bueno de todo el día era ver al pibito que me traía la comida, y encima eso, venia te dejaba la comida y se iba, no reclamaba nada. En fin, me voy a poner el agua para unos mates, le explicaba al gato” Cuando llego a la cocina lo vio a Facundo, el chico de la moto, estaba haciendo el desayuno. Pero ¿Cómo? pensó ella, “será que anoche cuando vino a dejarme la comida, lo invite a mi casa y no me acordaba. No puede ser, si anoche dormí con Alfonso. Pero me tocaron el timbre, ¿quién fue al final? Ay jodeme que le di un juego de llaves al pibe de la moto, no puede ser, tan descuidada no puede ser, soy un desastre”. “Pero quien puede negarse a uno mates con bizcochos. Y si, que pensabas que me iba a esperar con un café con leche y dos tostadas de queso crema y mermelada. Bueno, paremos la exigencia che, es un buen pibe le contaba a la vecina. Si, la madre de Alfonso. Te conté que me abrió la ventana anoche ¿no? Bueno volvamos al chongue, la cosa es como te digo no me acuerdo de nada, en fin, no dijo nada así que ningún problema. Desayunamos juntos, me pregunto si hoy iba a pedir comida, y le tuve que contar, una vergüenza, pero bueno es la verdad Analía, yo no le voy a andar careteando al chico de la moto. Le dije mira Facundito, por unas semanas no voy a pedir nada, estoy un poco asustada por que todavía no me llego la factura del gas y viste como es todo acá, si tardan unas semanas en darte la boleta es por que algo malo pasa, seguro me van a aumentar y como este mes anduve un poco floja en las ventas, pensé en reducir los gastos. Te conté que soy contadora en una agencia de autos ¿no? Mira Analía yo no soy quien para decirte nada, pero no te parece que habría que castrarlo a Alfonso, como aúlla pobre, desaparece por las noches, debe andar alzado, mira si se pierde”.

Cuando se levantó quiso ir a poner la pava para el mate, pero sentía un apuro urgente por ir al baño. Mientras se sentaba en el inodoro empezó a pensar en lo lindo que seria que alguien le haga un desayuno. “Así sencillo sin mucha cosa, pero el gesto no se es lindo”, pensó, cuando de repente vió al gato que le intentaba abrir la puerta para entrar. “Ni mear tranquila se puede, le dijo a Alfonso”, y como un flash, comenzó a recordar el sueño disparatado que había tenido, había soñado con Analía la dueña del gato, con el pibe del delivery, con que ella era contadora y con algo de la factura del gas, mientras le aparecían como flashes sin control detalles de su sueño, escucha que le tocan el timbre.

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